Ante una perdida significativa, como la muerte de un ser querido, el divorcio de los padres, la perdida de una mascota o la mudanza de un amigo a otra ciudad, hace que los niños experimenten sentimientos de culpa, tristeza, enojo, angustia, ansiedad, miedo; esto en cuanto a lo emocional, a nivel físico pueden presentar fatiga, problemas de sueño, cambios en el apetito, inquietud, tensión o cansancio.
También se pueden ver afectados los pensamientos con distracciones, poca concentración, entre otros; manifestándose con una conducta inadecuada. Cuando observemos este tipo de conductas en los pequeños es importante explicarle con palabras sencillas y claras, de forma que puedan comprender la situación que se esté presentando.
Anímalos a expresar sus emociones, que si desea llorar o hablar sobre el tema, lo pueda hacer, y exprésale que tú también te has sentido mal por lo que esté ocurriendo; eso le permitirá sentirse comprendido y seguro. Los niños son muy perceptivos y comprenden más de lo que pensamos, por lo tanto, debemos estar pendiente de los cambios que puedan surgir ante estas situaciones.